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8-    Uso correcto de la “b”, “v”, “ll”,” y”,” s”,” c”,” z” y “h”

 

Ojalá fuera hoy, y Jesús no viniera con un cordero y un cayado de pastor, sino con una roca en cada mano para aplastar las risas y las burlas, para arrancar el mal y destruirlo en medio de los alaridos: un Jesús terrible cargado de sangre y de justicia. Si ella pudiera ser su brazo y su espada. Había tratado de ser como las demás. Había desafiado a su madre de mil pequeñas maneras, había intentado deshacer el círculo que la rodeaba como a una playa desde el cerca primer día que salió del controlado ambiente de su pequeña casa de la calle Carlin para dirigirse a la escuela primaria con su Biblia bajo el brazo. Todavía recordaba el día, las miradas, el silencio espantoso y repentino que se había producido cuando se hincó de rodillas antes de la comida, en el comedor de la escuela; las risas habían comenzado ese día y había seguido escuchando su eco a través de los años. El círculo que la rodeaba era como la sangre: podías limpiarla una y otra vez y estaría siempre allí, indeleble, sucia. No había vuelto a arrodillarse en un sitio público, aunque no se lo había dicho a su madre. De todos modos, ella conservaba el recuerdo de la primera vez y

ellos

 también. Había luchado encarnizadamente apropósito del campamento de verano de la Iglesia Cristiana y ella misma había conseguido el dinero haciendo trabajos de costura. Su madre le había dicho gravemente que era pecado, que era metodista y baptista y congregacionista y que era pecado y reincidencia. Le prohibió practicar natación en el campamento. Sin embargo, aunque

había

 nadado y se

había

 reído cuando la zambulleron (hasta que ya no podía respirar y seguían manteniéndola bajo el agua y se aterró y comenzó a gritar) y había intentado participar en las actividades del campamento, le habían hecho cientos de bromas pesadas y había vuelto a casa en el coche de línea, una semana antes de lo previsto, con los ojos hundidos y enrojecidos de tanto llorar. Mamá la había recogido en la terminal y le había dicho sombríamente que debía conservar siempre el recuerdo de ese castigo como una prueba de que su madre sabía, de que tenía razón, de que la única posibilidad de salvación estaba dentro del círculo rojo. Porque la puerta es estrecha, había dicho en el taxi. Al llegar a casa había encerrado a Carrie durante seis horas en el armario. Su madre, por supuesto, le había prohibido que se duchara con las otras chicas; pero Carrie había escondido las cosas que necesitaba en el cajón con llave que tenía en la escuela y lo había hecho de todas maneras y había participado en ese ritual desnudo que le resultaba incómodo y la llenaba de vergüenza, con la esperanza de que el círculo se difuminara un poco, sólo un poco…(pero, hoy, oh lo que había sucedido hoy)Tommy Erbter, de cinco años, paseaba en su bicicleta por la acera de enfrente, un niño pequeño de mirada intensa que montaba una Schwinn de 50 centímetros con ruedas adicionales de un brillante color rojo. Canturreaba en voz baja; cuando vio a Carrie su rostro se iluminó y le sacó la lengua. —¡Hola, santurrona cara de caca!

 

Carrie le lanzó una mirada feroz cargada de incontrolable furia. La bicicleta se tambaleó sobre sus ruedas adicionales ybitamente se precipitó al suelo. Carrie sonrió y siguió caminando. El sonido del llanto de Tommy era una música dulce y estridente para sus oídos. Si tan sólo pudiera hacer que ocurriera algo así cada vez que se le antojara. (acababa de suceder)Se quedó totalmente inmóvil siete casas antes de llegar a la suya, mirando el vacío sin comprender. Detrás, Tommy, lloroso, volvía a subir a su bicicleta mientras se llevaba la mano a la rodilla que se había lastimado. Gritó algo pero ella lo ignoró; había sido insultada por expertos. Había estado pensando:(cáete de esa bicicleta, chico, cáete y pártete tu maldita cabeza)y algo había

sucedido

.Su mente se había… se había… busla palabra. Se había

doblado

. No era eso exactamente, pero se parecía. Se había producido una curiosa flexión mental, casi como doblar una barra de acero con la fuerza del codo. Tampoco era eso exactamente, pero no se le ocurría otra cosa. Un codo sin fuerza. El débil músculo de un bebé. Doblégate. De pronto miró intensamente el gran ventanal de la casa de Mrs. Yorraty. Pensó:(vieja zorra espantajo estúpido ventana rómpete) No ocurrió nada. El ventanal brilló sereno en el fresco resplandor de las nueve de la mañana. Otro calambre oprimió el estómago de Carrie y ella siguió caminando. Pero…La luz. Y el cenicero; no olvides el cenicero. Dirigió su mirada (la vieja zorra odia a mi mamá) por encima del hombro. De nuevo pareció como si algo se doblara… pero muybilmente. El flujo de sus pensamientos se sacudió, como si se hubiese producido un burbujeo en un manantial profundo. El ventanal pareció ondear. Nada más. Podrían haberla engañado sus ojos.

 Podría

haber sido eso. Su mente empezaba a sentirse cansada, a nublarse, y notaba el comienzo de un dolor de cabeza. Le ardían los ojos como si hubiera leído el Apocalipsis de una sentada. Siguió caminando hacia la pequeña casa blanca con postigos azules. La conocida sensación de odio-amor-temor comenzaba a agitarse dentro de ella. La hiedra trepaba por el costado oeste del bungalow (siempre la llamaban el bungalow porque decir la casa blanca sonaba como un chiste político y mamá decía que todos los políticos eran maleantes y pecadores y que, con el tiempo, entregarían el país en manos de esos rojos ateos que mandarían al paredón a todos los que creían en Cristo, incluso a los católicos) y la hiedra era pintoresca y ella lo

sabía

, pero a veces la odiaba. Algunas

veces, como en ese momento, parecía la grotesca mano de un gigante, recorrida por grandes venas, que había brotado del suelo para asir firmemente la casa. Se acercó arrastrando los pies. Por supuesto, también estaba lo de las piedras. Volvió a detenerse y parpadeó mirando de forma inexpresiva. Las piedras. Mamá nunca hablaba de eso. Carrie ni siquiera sabía si recordaba todavía el día de las piedras. Ella era muy pequeña entonces. ¿Qué edad tendría? ¿Tres años? ¿Cuatro? Recordaba esa chica del traje de baño blanco y después habían caído las piedras. Y, en la casa, algunas cosas se habían disparado en distintas direcciones. En ese momento, el recuerdo se hizo súbitamente claro y luminoso, como si hubiese estado todo el tiempo allí, inmediatamente bajo la superficie, esperando una especie de pubertad mental. Esperando quizá el día de hoy.


 Referencias

King, S. (2023). Carrie (Spanish Edition) (3 Tra Mti). Debolsillo.

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